Nunca estamos satisfechos, ni siquiera lo estamos con nosotros mismos y por eso hacemos todo lo posible para ser otros. Esta frase es de Kodo Sawaki, maestro Zen japonés, frase que ha sido de inspiración para Denkô Mesa, autor de Quimeras del Ego, publicado por Kairos.

Mesa, es español y formado en filosofía por la Universidad de la laguna y director espiritual de la comunidad budista Zen Luz del dharma. El autor construye un libro que habla del ego desde la Quimera, ese  monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón según la mitología griega, tal vez eso dio el nombre de  aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo, Quimera. Denkô, construye  su libro con la rigurosidad bibliográfica y la referencia a autores clásicos de la filosofía y la psicología.

El primer repertorio lexicográfico elaborado por la Real Academia española entre 1726 y 1739, y encontramos cuatro acepciones para la palabra personaje que se refieren a las distintas clases de sujetos que podemos encontrar en la vida. Así, se habla de la persona distinguida, la extranjera o desconocida, aquella oculta o disfrazada y, por último, indica a las insignes personas con carácter eclesiástico. Es decir, o hay significación para las diferentes clases de individuo, o lo que viene a ser lo mismo, los tipos de representación humana.

El personaje se quita la máscara, no siendo un acto ideológico, si no es el resultado de un camino de transformación que requiere del ejercicio continuado y en profundidad en el autoconocimiento. Por otro lado, desde un punto de vista histórico, los tecnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento en que se produce la creación de la autoconciencia. La identificación es una falacia; es la raíz de nuestro malestar existencial, caracterizado por un exceso de individualización, dice el autor.  Al contrario, la práctica de la atención comporta la ternura del encuentro y el reposo sereno en un asombro permanente. Gracias a la actitud de entrega y confianza generadas, el meditador tiene la sensación de que todos los límites se disuelven en el infinito de la conciencia y se produce una sintonía neutral de todas nuestras energías. A través del camino interior, el practicante atiende a lo esencial, es decir, y nutre el corazón con la verdad que va descubriendo. El temperamento se refiere a las tendencias innatas de la persona, mientras que la personalidad abarca tanto lo innato como lo aprendido y se va formando a lo largo de la vida; aunque están relacionados, son conceptos diferentes. Es así como Mesa recorre la antigüedad desde el médico griego Hipócrates al médico griego Galeno que fundamentan los cuatro temperamentos: sanguíneo, melancólico, colérico y flemático.

Estamos bloqueados, las palabras nunca y siempre son usadas por nuestro ego limitante cada vez que chocamos con estas férreas exigencias del control. De aquí que otras sensaciones internas, como la ansiedad, el estrés y el agobio. 

En todos los tipos de creencias, religiones y filosofías aparecen distintas descripciones y énfasis del ego. En todas ellas, desde Sócrates a Alexander Lowen pasando por San Juan de la Cruz, se entiende el temperamento y su interpretación como una interpretación del propio yo. Desde la explicación esquizoide de Lowen, pasando por el apego, la ira y el enfado. Todas buscan describir la emocionalidad y la relación con uno.

Mettâbhavana, es literalmente la meditación que cultiva una calidad de buena voluntad. Esta práctica se centra en las relaciones y conlleva el acceso y desarrollo de los estados mentales excelentes. Mettâ en su creencia es el deseo de que los demás sean de veras felices. El impulso natural de ayudar, de ser un buen amigo y estar abierto, mostrando interés en las personas. Es un estado de dicha y pura presencia que surge sin esfuerzo. Es lo contrario a creer que se necesita algo. Es un deseo de dar. Es el espíritu mismo de la generosidad anónima.

Mesa toma al lector, lo calma y lo conduce primero con explicación y fundamentos, apelando a nuestro sentido occidental. Después nos abre un camino de despojo, de atender nuestras emociones sin que ellas nos definan quienes somos. Nos invita a ver el ego no como un acto esencialmente vanidoso, sino como un constructo social, un ente que se mueve en los espacios que habitamos y la gente con la que nos reaccionamos. Es el dolor y la falacia de una felicidad amparada en el tener y en rotular lo que somos.

Me interesó esta lectura, con el fin de conocer nuevas culturas y herramientas que nos permitan apoyarnos. El libro está compuesto de un índice que busca introducirnos a la quimera, para después pasar por un proceso en el que se descubre al lector su propio apego y  la relación y retención de su contexto. Este libro viene bien en tiempos inestables, aunque siempre ha sido así, viene bien en tiempos cambiantes, también siempre ha sido así y vine bien para relacionarnos en forma sana con nosotros y los demás. Eso también debiera ser así, aunque no siempre ha sido así. 

Nicolás Fontaine 

Faro de La Nueva Extremadura 

5 marzo 2025