LOS JERARCAS Poesía y política por Juan Andrés Piña

Domingo 8 de Abril 2001

Poesía y Política

En la tendencia actual de cierto teatro chileno de revisar la historia del país, “Los jerarcas” se ocupa de un momento específico y prácticamente intocado por nuestra dramaturgia: las circunstancias que en 1973 rodearon a los representantes del poder al momento de ser depuesto el gobierno

Por Juan Andrés Piña

Cuando en 1998 se cumplieron 25 años del golpe militar en Chile y se revisaron públicamente aquellos sucesos –Probablemente un cuarto de siglo justificaba dicho examen-, en el medio teatral se argumento que estábamos excesivamente cercanos de esa fecha, que faltaba perspectiva para analizarla con mesura y propiedad. Dicha postura era tan discutible, que ya hoy nos puede parecer un periodo demasiado remoto. Como sea, aquellas reticencias probablemente han ido frenando la posibilidad de escenificar esa parte decisiva y especifica de nuestra historia nacional, no solo en el ámbito del teatro, sino en las expresiones artísticas en general.

En todo caso, habría que suponer que dichas controversias se referían a los sucesos concretos de aquellos días –las horas del derrocamiento de Salvador Allende-, sus causas y motivaciones, y no ha sus consecuencias. Porque si bien escasean las obras que han tomado como material de trabajo ese trozo de la historia de Chile, sí ha habido un número significativo que ha estudiado sus resultados: Cesantía, represión, cambio en los modos culturales y económicos, marginaciones, comienzo y fin de las utopías, exilios y tantas otras que hasta hoy se siguen escenificando.

Retórica y Reflexión

“Los Jerarcas” ha querido hacerse cargo de los momentos históricos que decidieron el futuro del pais hace 28 años desde el punto de vista del poder: sus protagonistas son aquellos dirigentes responsables, afectados por un violento cambio que incluso involucra su sobrevivencia. Aquí hay solo una referencia directa a Chile: los sones, desformados o estilizados, de la canción nacional. El resto ocurre en un terreno genérico, que bien podría corresponder a cualquier país real o imaginario. Pero, que duda cabe, la intención de fondo de la obra es hablar de los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973, en una perspectiva que va desde lo intimista a lo social. Lo primero esta entregado básicamente por las melancólicas reflexiones y evocaciones del presidente (Marcial Tagle) que será depuesto, sus sueños de un país mejor y el dolor de ver una obra inconclusa, y lo segundo por la retórica de las discusiones políticas del grupo dirigente amenazado (Carolina Fadic, Sebastian Layseca y Patricio Ruiz), una exhibición casi documental de las polémicas del periodo: revisionismo, imposibilidad de ganar a las clases medias, constitucionalismo o no de las fuerzas armadas, modalidades de la lucha popular y todas aquellas disputas internas que fueron barridas de la escena nacional en menos de doce horas.

Pedro Vicuña, autor de “Los jerarcas”, ha querido reconstruir aquí una imagen especifica del momento y de los protagonistas, casi una idealización histórica: en su mirada, el jefe de gobierno es aquí un soñador utópico, un poeta del poder, alguien que anhelaba una patria justa y solidaria, pero que fue cercenado en sus anhelos por los combates internos de los partidos políticos que lo acompañaban en el gobierno. Esto último es representado escénicamente por los tres dirigientes que discuten respecto de las acciones a tomar, mientras ya los militares estan invadiendo las calles, sus alteradas conversaciones plagadas de mutuas acusaciones y descargos, son una reproducción casi textual de los discursos de aquel momento, y en ningun momento vicuña introduce humor o distancia. Se trata de un teatro documental y de registro histórico, a diferencia, de, por ejemplo, “Palomita blanca”, que filmo Raúl Ruiz donde la esencia de la narración era poner evidencia cierto absurdo en la oratoria del momento.

Sonsonete Poético

El caso de las palabras del presidente es distinto: se trata de textos teñidos por un sonsonete poético de viejo cuño, por metáforas impregnadas de naturaleza, quimeras y sentimientos, una tonalidad quizá excesivamente conocida en la literatura nacional. Igual cosa sucede con la visión apocalíptica de una de las militantes del gobierno depuesto (una correcta y hasta sorprendente Carolina Fadic), quien avizora fuego, muerte y destrucción.

Al parecer, el único antecedente en el teatro chileno que recobro estas experiencias históricas fue el montaje de “Época 70. Allende” en 1991, que dirigió Andrés Pérez. Se trataba de un espectáculo esencialmente circense, en el que los mas destacados protagonistas del gobierno socialista parecían caricaturas amplificadas, parodias o remedos de aquellos seres reales que atravesaron por complejos trances históricos. En este sentido “Los jerarcas” restituye cierta dignidad al tema en cuestión: es posible asomarse aquí a un fragmento de la historia de Chile tratado en términos generales de manera realista.

Pero este mismo valor se constituye simultáneamente en su rostro desfavorable: la hora de duración del espectáculo carece de sorpresa y suspenso. La linealita histórica mantenida no entrega prácticamente ninguna anécdota o suceso de ficción que sostenga su argumento y su trama se convierte en algo excesivamente previsible. Aunque ello, a su vez, puede tener un merito para las jóvenes generaciones que no vivieron aquella época y tampoco la estudiaron: “Los Jerarcas” puede resultar una buena síntesis de ciertos temas y acontecimientos del pasado chileno, e incluso de ciertos países latinoamericanos que vivieron trances parecidos. A pesar de que en ciertos pasajes la dirección de Nicolás Fontaine abusa de la estridencia actoral, en términos generales logra imprimirle un sello de sobriedad al espectáculo: ponderada utilización de la luz, del vestuario y la estenografía. Con ello, Fontaine se puede postular como un director capaz de asumir otros desafíos escénicos en el futuro. Mientras tanto, en esta tendencia actual de cierto teatro chileno de revisar parte del la historia del país “Los jerarcas” es una mirada que no agota para nada el tema, y en algunos sentido lo deja pendiente

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