Entrevista: “Strindberg por partida doble en Santiago” Soloteatro

Pocas veces coincide en nuestra cartelera un mismo texto abordado desde puestas de escena diferentes. Es el caso de Acreedores, el clásico de August Strindberg, que dirigen Constanza Gutiérrez (El Sofá) y Nicolás Fontaine (Sala Jorge Díaz de la Finis Terrae). En este versus conversamos con ambos realizadores y ahondamos en el trabajo que ejecutaron con sus compañías.

Constanza Gutiérrez (El Sofá)

¿Por qué te interesó dirigir la obra Acreedores?

Primero, como directora teatral, me pareció que era el momento de trabajar con un texto ajeno ya que hasta antes de Acreedores había dirigido mis propios textos. Y como directora de Teatro La Casa Azul, compañía con la que hemos trabajado una línea de teatro de cámara, me pareció que Strindberg era perfecto, además siempre me interesó como autor; al ser un clásico que siempre es contingente y buscando entre mis textos favoritos, llegué a éste: tres personajes, tres escenas, lo encontré perfecto y a partir de eso surgió “Proyecto STRINDBERG; intento de rescate”, que busca trabajar a partir de un autor clásico y re-instalarlo en la contemporaneidad.

¿Cómo se gestó la realización del montaje y qué etapas tuvo?

Fue un proceso bastante particular, partiendo del hecho de que se generó en menos de tres meses, corto pero muy intenso. Sumado a eso, nuestro estreno y temporadas fueron en el contexto de una itinerancia de la obra. Estrenamos y tuvimos temporada en Concepción durante enero, y luego en febrero en Valparaíso; entonces además del proceso normal de ensayo -estudio de texto, comentarios, análisis y ensayos propiamente tal-, tuvo una etapa de elaboración de diseño que fue fundamental. Se tuvo que trabajar un diseño acorde a cada espacio escénico de cada ciudad, algo que además fuera accesible económicamente y medianamente fácil de armar y desarmar, en ese sentido el trabajo de Catalina Hirth y José Oportot (los diseñadores integrales de la compañía) es sumamente importante en el proceso y en el montaje.

¿Cómo lidiaste con la dramaturgia de Strindberg? ¿Hubo modificaciones y adaptaciones al texto?

Hubo una adaptación de texto que se realizó en dos sentidos. El primero fue su fondo al situarlo en nuestra cotidianeidad y encontrarlo y trabajarlo en relación a nuestra vida, en personas de nuestras edades, apropiarse y reinstalarlo, por ejemplo, en personajes jóvenes, un matrimonio recién casado en el que se atraviesa el primer amor de la mujer, que busca venganza por haber sido dejado por el reciente marido de ella. Y lo segundo que se hizo con el texto fue actualizarlo en su forma, buscar una manera de que suene y se entienda como algo contemporáneo sin dejar de estar viendo y escuchando a Strindberg.

¿Qué aspectos de la obra sientes que se identifican con el Chile actual?

Muchos más de lo que en apariencia se cree. La obra trata sobre el amor, las relaciones, el honor y el poder, pero sobre todo de la relación hombre/mujer y masculino/femenino. Y creo que Chile sigue siendo una cultura sumamente machista donde el rol de la mujer y del hombre es, en ocasiones, muy estructurado y limitado y no se permite salir de eso o no estamos abiertos a hacerlo. Relacionándolo con el texto, por ejemplo, creo que en Chile aún existen matrimonios o parejas, incluso de personas jóvenes, donde la mujer ocupa el rol casi que de adorno y el hombre casi que de billetera, u hombres que ven a las mujeres como algo de lo cual ellos son propietarios, y mujeres que se comportan como objeto de propiedad y aceptan eso, algo que creo está muy presente en la vida de los chilenos, consciente o inconscientemente. Las parejas o las relaciones muchas veces son tratos basados en la conveniencia propia o mutua y no algo basado en el amor… o incluso basadas en concepciones del amor muy particulares, como ocurre en la obra.

¿Cuál ha sido la recepción del público hasta ahora?

¡Buenísima! Ha sido interesante darse cuenta de que a la gente le gusta Strindberg, le interesa el autor y creo que también les interesa ver cómo se trabaja al autor en el hoy. También les ha interesado el tema de la obra, el triángulo amoroso, la infidelidad, las relaciones humanas y de género. Creo que la obra tiene un público muy diverso, hombres y mujeres, gente joven y gente ya madura, a todos les interesa, todos quieren ver qué pasa con este matrimonio, por qué ocurre lo que ocurre, ese interés ha sido una gran sorpresa porque tenía el prejuicio de que el público estaba cansado de ver temas de parejas o conyugales, pero al contrario, sigue siendo un tópico del que siempre todos queremos hablar y reflexionar.

¿Qué ha sido lo más significativo e importante para ti de haber realizado Acreedores?

Primero, haber experimentado en la búsqueda de una estética contemporánea que dialogue con lo clásico al querer re instalar el texto en el hoy tanto en su forma como en el fondo. Segundo, haber logrado llevar la obra a otras ciudades, ya que como grupo que surgió en Concepción nos interesa descentralizar la actividad teatral, que no todo pase en Santiago, y en ese sentido la itinerancia fue una experiencia perfecta para lograrlo y además sumamente difícil ya que todo fue mediante la autogestión.

¿Qué sigue ahora para la compañía?

En Teatro La Casa Azul estamos trabajando en la segunda parte de “Proyecto STRINDBERG; intento de rescate”, que sigue con Plan Pelícano, que estrenaremos durante julio en Santiago.

Nicolás Fontaine (Sala Jorge Díaz de la Finis Terrae)

¿Por qué te interesó dirigir la obra Acreedores?

Después de llevar diez años dirigiendo fundamentalmente teatro chileno, quería experimentar un clásico respetando el postulado del autor y no haciendo una intervención en su dramaturgia. Strindberg es un autor fantástico, sus personajes están permanentemente atormentados y cuestionados por el otro; yo diría que todas las etapas en las que él escribió -realismo, naturalismo, expresionismo, etc- están compuestas por un gran introspección en el ser humano. De hecho, en Acreedores es la propia personalidad de Strindberg la que deambula por sus personajes. Acreedores también me entregaba la posibilidad de poder dirigirla y actuarla, es la primera vez que realizo ambas. Y para poder hacer esto necesitaba un elenco de actores muy conocedores de su oficio y con una gran capacidad de mirarse en el amplio sentido de la palabra y mirar el trabajo del otro. Tanto Pedro Vicuña como Keyros Guillén son grandes conocedores de ellos mismos en el escenario y juntos cumplimos el sueño de poder poner esto en escena.

¿Cómo se gestó la realización del montaje y qué etapas tuvo?

Un montaje, para algunos directores y actores, tiene etapas, para mí el proceso de creación de la puesta en escena de una obra tiene una sola etapa. Las divisiones que se hacen están más relacionadas con fases de la producción y ésas sí son varias. Te lo señalo porque soy de los que cree que la producción existe para poder cumplir los propósitos del proyecto y no de la producción. Les propuse a Keyros y Pedro que realizáramos este proyecto juntos, el cual tenía la gran novedad para mí de que al actuar y dirigir tenia que necesariamente entregar el control al colectivo para después poder decidir en función de lo que nosotros buscáramos y encontráramos. En este caso se trataba de respetar al dramaturgo y buscarlo siempre en su dramaturgia, mostrando un montaje que priorizara a la palabra como acción del montaje y a los actores como instrumentos de las emociones de estas palabras. Por simple que parezca. no lo es y el resultado ha sido fantástico.

¿Cómo lidiaste con la dramaturgia de Strindberg?

La lógica nuestra fue que, primero, no podíamos hacer una historia que durara más de 75 minutos, lamentablemente nuestro escaso público teatral no tolera mucho más. Lo segundo tiene relación con que el autor siempre fue prioritario en su decir y no expusimos nuestra interpretación teórica del texto llevado a escena. Una explicación sí, no una intervención del mismo. Por lo tanto utilizamos más bien un concepto de edición que de corte. Y no fue fácil porque no queríamos cortar nada y el resultado se tradujo en unas pequeñas síntesis en algunos monólogos.

¿Qué aspectos de la obra sientes que se identifican con el Chile actual?

Acreedores es una historia actual, un hombre vuelve luego de algunos años a cobrar lo que según él le robó (me refiero al alma) su mujer (Tekla) que está casada por segunda vez con un pintor muy exitoso, deprimido por las dudas de su relación y con el deteriorado éxito y falta de inspiración en su arte. Tekla, la gran artífice de todo, articula toda su felicidad en exprimir a fondo a todos y todo lo que está a su alrededor. La obra entera es el cómo se articulan muchas veces las relaciones amorosas, no algunos aspectos… Strindberg desarrolla en su dramaturgia personajes que, a mi juicio, están completamente vivos desde Estocolmo a Santiago.

Lo que es muy interesante para mi es la confusión y difuminación de limites éticos que tiene, no sólo esta obra sino toda la dramaturgia de Strindberg. ¿Hasta dónde podemos llegar con tal de satisfacer nuestras propias ganas de algo, por mucho que ese algo sea noble para nosotros?, ¿dónde empezamos a compartir lo mío, lo intimo con cualquiera?, ¿cuál es el poder que ejerzo sobre el otro, para ser amado? Y así, te podría señalar un sin número de preguntas tan fundamentales en estas relaciones que no son propiedad intelectual ni de Strindberg ni mías.

¿Cuál ha sido la recepción del público hasta ahora?

El teatro es un misterio no sólo para quienes asisten, sino también para quienes somos realizadores. En el proceso de montaje intuía que esta obra sería un fracaso para una generación menor de 30, mi intuición se fundamentaba, básicamente, en que los clásicos no pertenecen a la cartelera nacional y se hacen muy poco en las escuelas de teatro; por otro lado es un autor complejo en su interpretación y mi trabajo como director siempre ha estado cargado por el silencio y la búsqueda de la intimidad, bastante lejos de las “nuevas tendencias” como le llaman algunos. Todo eso me llevaba a pensar que nuestra sala estaría más cercana a un público sobre los 50 años. Maravillosamente me equivoqué, los alumnos de teatro y los jóvenes disfrutan mucho de la obra y aluden a una comprensión del texto y de la interpretación que nos genera mucha sorpresa y una gran satisfacción.

La obra mirada en forma simplista es una gran y tremenda discusión de pareja, y precisamente nuestra premisa fue que esa violencia expresada en este texto está cargada por personajes complejos y personalidades tremendamente perversas. Implotar la puesta en escena es el camino que tomamos, de tal manera que el grito no era un aporte estético al trabajo. La gente agradece mucho eso y logra poder ser inducido a esta nueva realidad que es el teatro. Si logramos en las funciones poder, simplemente, abrir una ventana para que el espectador quiera verse a sí mismo e interdialogar la obra con él, esto seria cumplir las expectativas que este trabajo tiene para mí

¿Qué ha sido lo más significativo e importante para ti de haber realizado Acreedores?

Varias cosas, y no quiero tener que quedarme con una, gracias a Dios el teatro no es binominal, esperemos que nadie quiera transformarlo en eso. Primero me quedo con nosotros como grupo, que tenemos una relación fundada primero en el otro y no en uno. Por lo tanto esta obra nos deja muchas cosas de las historias personales de cada uno de nosotros, en realidad era poco probable que este proyecto llegara a puerto en tan buena factura si no fuera por la generosidad de compartir realmente nuestra historia personal. Las buenas dramaturgias funcionan siempre y no da lo mismo el cómo, te lo menciono porque fue muy interesante dejarse atrapar por el autor y simplificar nuestra puesta al máximo dejando sólo al interprete con su accionar de ideas transmitidas por la palabra como protagonista temático y estético de la obra. Algunas veces uno se encuentra con lecturas de clásicos que están transportadas a la actualidad con ciertas “genialidades”, como dice Gustavo Meza en sentido peyorativo, como poner a Hamlet en patines con un puro color rosa sin entender mucho de qué se trata la historia que está escrita. Para mí esta imagen es un concepto más cercano a la semiótica publicitaria que al teatro y dudo muchas veces que se comprenda realmente de qué se trata la historia que se está haciendo. Y lo último, que es personal, es que esta obra me permitió poder hacer dos roles que son actuar y dirigir, primero fui actor y después director en mi profesión. He comprendido por la vivencia que mi trabajo se funda en las dos cosas. Eso no quiere decir que vaya a actuar todas las obras que dirija o viceversa, eso significaría que no entendí nada y que me miro el ombligo todo el día.

¿Qué proyectos se vienen ahora?

Tenemos un proyecto para el próximo semestre, “Pedro y El Capitán” de Mario Benedetti en el que voy a actuar, y para dirigir invitamos a Cristian Marambio que es un director del cual me gusta mucho su trabajo. Esperemos que el Consejo de la Cultura quiera participar de este proyecto y que valore nuestro aporte a la escena del país.

Por Luisa Ballentine

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