¿Cuándo nació el libro?, ¿Cuándo comenzó el hombre a escribir?, ¿Cuándo dejará de hacerlo?, estas preguntas viajan por la historia de <El infinito en un junco> de Irene Vallejo, un exitazo publicado el año 2019 por Ediciones Siruela. Tiene una versión con Tyto Alba para jóvenes en comics publicado por Debate.
Irene, como me gustaría que leyeras esta reacción de tu libro. Viaje por el mundo y por el tiempo. La piedra, el papiro y el papel me acompañaron. Pero no fue esto lo que movilizo mi reacción, fue tu magia, tu acto saltimbanqui, desde Sócrates a los cafés con tu padre, de Alejandro al librero de Madrid. La sensibilidad de traspasar en palabras el amor por las palabras y el culto a un objeto, que aunque sé quiera pensar que se retira, nos sigue trasladando a lugares variados, de sueños y viajes, de ciencia y conocimiento. El libro, desde ese primero escrito para ser horadado hasta el último, inserto en un dispositivo que transporta miles de ellos, ha caminado con nuestra historia y es testigo y divulgador del pasado y constructor de sueños venideros.
Escribir es intentar descubrir lo que escribiríamos si escribiésemos, así lo expresa Marguerite Duras, pasando del infinitivo al condicional y luego al subjuntivo, como si sintiese el suelo resquebrajarse bajo sus pies. Inventados hace cinco mil años, los libros de los que estamos hablando, en realidad los antepasados de los libros —y de las tabletas—, eran tablillas de arcilla. En las riberas de los ríos de Mesopotamia no había juncos de papiro, y escaseaban otros materiales como la piedra, la madera o la piel, pero la arcilla era abundante.
Quiero leerlo de nuevo, después de vivir, después de ser Padre y Abuelo… Ser infinito como lo divino, como el infinito en un junco, quiero estar en el pasado y en el hoy quiero contarte sobre este libro. No sé por dónde partir, dinos tu Irene.
Nicolás Fontaine
24 de octubre
Faro de La Nueva Extremadura
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