El año 1927 El cineasta Alemán Fritz Lang estreno Metrópolis, película que indaga en la estructura social de una fábrica futurista del año 2000, una critica a una sociedad dividida entre ricos y pobres. La película ha sido referente y un caso de estudio en todo el mundo. Más de 90 años han pasado de la visión de Lang, y hoy continuamos con incógnitas no resueltas, la distribución del ingreso y la ubicación geográfica de donde viven los ricos y pobres entre otras.
Los contextos no solo son buenos, son sanos y necesarios. A menos de dos meses de realizarse el plebiscito ciudadano sobre el apruebo o rechazo frente a pregunta ¿quiere usted una nueva constitución? Los chilenos en su mayoría ya tomamos una opción, sin embargo que distinto es cuando nuestra opción (apruebo o rechazo) está acompañada de argumentos que sostenga nuestra opinión.
La Nueva América Latina de Fernando Calderón y Manuel Castells publicada en la colección breviarios del fondo de cultura económica, es un libro muy necesario leer en este mes, primero nos contextualiza Latinoamérica en estas dos primeras décadas del siglo XXI, desmenuzando aspectos centrales de la cultura, la economía y el sentido cívico de nuestros países. El libro realiza un recorrido de los procesos político del neoliberalismo y neodesarrollismo en Latinoamérica.
Para los autores este trabajo es fruto de una investigación y colaboración por más de seis años de trabajo, y su análisis se desarrolla por temas, desde la globalización y su inclusión y exclusión, el modelo extractivista, la individualización del modelo en la red, la crisis de la iglesia católica, los nuevos espacios públicos y la corrupción del estado.
No es posible desmenuzar en un artículo todos los capítulos, por lo tanto me referiré a algunos datos que me parecen relevantes. La iglesia Católica representaba el 19% de la población mundial el año 1980, el 2010 el 15% y el 66% de la población en Latinoamérica. Los católicos cayeron en 17% en Latinoamérica entre los años 1980 y 2010, ahora solo entre el 2013 y 2017 se registra una caída del 67% al 60 % en Latinoamérica. En Nuestro país como en Uruguay el aumento de ateos y/o agnósticos llega al 40%. Es evidente pensar que la Iglesia Católica es la gran responsable producto de la ola de escándalos y abusos sexuales que han salido a la luz en nuestro país en los últimos años. Es más el 2011 en Chile se declaraban el 60% Católicos el 2017 esto bajo al 38%.
Independiente a las creencias del lector, Chile es un país que históricamente fue católico y mariano, hoy el agnosticismo y el ateísmo ha crecido tanto en tan poco tiempo que es evidente pensar que vivimos un cambio cultural a una gran velocidad.
Los autores plantean que todos los países en Latinoamérica han vivido procesos similares con cuatro excepciones. La primera es Cuba, por razones que conocemos y los tres restantes son: Uruguay, Costa Rica y Chile. El caso de los ticos es bien interesante por su independencia permanente a las intervenciones políticas extranjeras, Ademas en 1948 eliminaron el ejercito con la confianza de construir una democracia sólida sin grandes pretensiones y excentricidades de millonarios locales, la ausencia de grandes transnacionales que controlen el país es considerado como un valor independentista en la globalización. El centro está en la extracción y en un aumento considerado de la educación formal en la población. El caso de Uruguay, si bien es distinto en términos políticos es un país que para muchos es considerado la suiza de Latinoamérica, por sus fuertes políticas publicas y su desarrollo estable en los últimos años y una cultura de la Jutzpá. Chile es mencionado en varias ocasiones como un país con variables distintas a los demás, me interesa compartir algunos datos que son relevantes. Lo primero, es que Chile termina su modelo de neoliberalismo con el fin de la dictadura de Pinochet, dando paso a un modelo neodesarrollista en los primeros gobiernos de la concertación. En 1990 Chile tenia 40% de pobreza hoy está en el 8%. Para poder avanzar en este tema se: construyo casas, hospitales, escuelas, servicios, carreteras, en fin mejorar la infraestructura y generación de empleo, al no tener los recursos se fue concesionando algunas cosas y otras privatizando. Esto hace la diferencia para los autores, el foco estaba en bajar los índices de pobreza y en desarrollar un país con mejores estándares que permitieran poder acceder a tratados de convenios internacionales.
El desarrollo humano y la urbanización en estos años fueron centrales, el problema es que no resolvieron el centro del problema. Los autores nos dicen “Los niveles de desigualdad y marginación social se mantuvieron o se profundizaron” el índice de Gine arrojo que en 32 grandes ciudades de Latinoamérica supero su nivel de alerta. La concentración de los recursos del 1% más rico en países como México, Brasil y Chile en el 2010 fue entre el 20 y 25% de los ingresos nacionales. En países desarrollados, salvo EE.UU esto es inferior al 15% (CEPAL, 2016ª). Chile alcanzo una urbanización del 87% el año 2017, Así por ejemplo podemos ver como en los años 50 solo existían 5 ciudades en Latinoamérica con más de un millón de habitantes, el 2014 son más de 47. La urbanización y el desarrollo humano van de la mano, un ejemplo de esto nos muestra que la concentración urbana y la riqueza tiene una relación según el estudio de Jordán, Riffo y Prado (2017) La ciudad de Panamá concentra solo el 15 % de la superficie del país, sin embargo representa el 71% del PIB y el 51% de la población. Santiago de Chile representa menos de 10% de la superficie del país y generan más del 50% del PIB de Chile. Quizás aquí estemos frente a una de las mayores desigualdades en densidad poblacional, urbanización y PIB.
Las grandes Urbes de Latinoamérica conectan el valor tecnológico, económico, político y desconectan lo que carece de interés para grandes inversionistas y acumuladores de capital. Esta concentración es producto de las migraciones propias de las zonas rurales a las ciudades, que tienen como fin la mejora de empleos y el bienestar de sus hijos, en la última década la diáspora de Latinoamérica ha sido grande sobretodo en países como: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Haití. En la actualidad, según el INE (2018) residían 1 251 225 extranjeros, y sus principales orígenes, y en orden de importancia: Venezuela, Perú, Haití, Colombia, Bolivia y Argentina. Una vez instalados en la ciudad muchas de estas personas dado su baja red y sus bajos niveles de calificación recurren al empleo informal. El trabajo informal lleva a una vivienda informal, que se conforma en invasiones de terrenos aceptadas o no por las autoridades, la auto construcción y la irregularidad que frecuentemente están asociados a mafias locales que genera relaciones de clientelismos con los municipios. La concentración habitacional, genera el aumento del precio del suelo dado su demanda, dejando a los bordes de la ciudad los precios más baratos de suelo. Bajo esa lógica construir un tejido social es casi imposible, tanto en Bogotá como en Santiago y en Sao Paulo tienen una alta aglomeración urbana, y el crecimiento del sector terciario es predominante y similar a los de la misma urbanización, estas absorben el 80% del PIB urbano. Las nuevas formas de marginalidad comienzan a manifestarse por medio de la alta diferencia social y funcional, si le agregamos los altos niveles de contaminación y los serios problemas de resiliencia urbana, las catástrofes naturales y el cambio climático podemos concluir en una fragilidad humana generalizada y conglomerada en la urbe, así nos dice (Jordán, Rifo, y Prado)
La corrupción durante el siglo XX fue asociada básicamente a los variados golpes de estados, en este siglo XXI la corrupción es sistémica y su mayor resultado es la desconfianza total de las instituciones, de los políticos. La destrucción del vínculo entre ciudadano y estado. Hoy vivimos en una política del escándalo, donde la carta a jugar contra el adversario es mostrar lo corrupto o más corrupto que es. Una política que se hace en las redes, este nuevo espacio publico es donde se anuncia se estipula y se juega con la opinión publica. La imagen es todo en estas primeras décadas, entonces es ella la que tenemos que destruir sepultar para ensalzar nuestra imagen, lamentable pero es la lógica de la política actual.
Los autores ponen el acento en que desde el s.XIX al s.XXI el estado en Latinoamérica es la continuidad del estado y conflicto como suyo como dinámica social de las estrategias de desarrollo de prácticamente todas las sociedades. Interesante capitulo dedicado a la corrupción política, donde deja un apartado a su topología, al narco estado y el interesante caso de México y el cártel de Sinaloa como también la relación de las FARC con el narcotráfico.
La Kamanchaka, es el ultimo capitulo de este libro, esa espesa neblina que nos hace difícil ver. Latinoamérica vive sus primeras dos décadas de este siglo a una velocidad impensada para Fritz Lang. La multiculturalidad de nuestra tierra sumada a la diáspora clara de algunos países y la baja en la religiosidad y el aumento del agnosticismo y el ateísmo nos da para pensar en una Latinoamérica distinta que busca entre su gente nuevos referentes, inclinado la balanza a nuestra tierra y nuestros pueblos originarios. Pero de la misma manera las nuevas tecnologías nos abren puertas en hacer este un continente con mayor progreso y con mayor posibilidades de fortalecer sus economías que equivalen al 8% del PIB mundial, algo así como la industria del automóvil en el mundo, o la economía de China. Se me hace muy difícil pensar solo en Chile sin mirar nuestro barrio, es tanto lo que hemos avanzado en términos macroeconómicos, de la misma manera como hemos retrocedido en otros aspectos como el respeto, el orden y la democracia. Esta intransigencia de algunos la cual no comparto nos viene bien a nosotros los chilenos, nos sitúa en un tiempo espacio donde es el otro el que tiene que cambiar hipotecando la responsabilidad a alguien o una institución como el único responsable. Nuestro discurso se hace mezquino, volátil y profundamente dependiente de los vientos que corran en el entorno. Todos los indicadores de este libro me inclinan a pensar que la educación nos hará libres, no por nada Costa Rica y Uruguay muestran los menores indicadores de violencia y los más altos indicadores de educación. Saltar al progreso de una vez con firmeza y decisión si es lo que queremos no será posible si cortamos los espacios de reflexión y de encuentro, si satanizamos las expresiones religiosas, culturales y políticas. Es hora de volar, de construir un diseño estratégico moderno, que incorpore a todos los nacidos en esta tierra y a los que vienen a ella. Eduquemos nuestro entorno partiendo por nosotros, por nuestros hijos, comprometámonos a entender la diferencia y abrazarla por que es ella las que nos hace querer construir un país libre.
Nicolás Fontaine
Faro de la Nueva Extremadura
3 de Marzo de 2020