
La Revolución rusa desencadenó un vasto experimento en ingeniería social, quizás el mayor de la historia de la humanidad; fue supuestamente un experimento en virtud del cual la raza humana estaba obligada a realizar, en algún punto de su evolución, la lógica conclusión de la búsqueda histórica de la humanidad en pro de la justicia social y la camaradería. Sin embargo, habiendo nacido como nació durante la primera guerra mundial, cuando Europa había sido arrastrada al borde de la autodestrucción, lo fue también de algo que muchas personas creyeron que era esencial en aquella época. En 1918, la mayoría de los partidos socialistas europeos suscribían el punto de vista de que el capitalismo y la competencia imperial habían sido las causas fundamentales de la guerra y que para evitar otra guerra como esa tendrían que ser de alguna manera aniquilados. Les parecía, en resumen, que el antiguo mundo estaba condenado, y que solo el socialismo, en palabras de la Internacional, podía «crear un mundo nuevo».